En Marruecos, la naturaleza está al alcance de todos:
desierto, montaña, valle o mar harán las delicias de cualquier amante del
verdor.
Los senderistas de todos los niveles disfrutarán recorriendo
las montañas marroquíes. Desde lo alto de las suaves altitudes del Rif y sus
acantilados sobre el Mediterráneo, esta región poco frecuentada es pura magia.
Montañas de Marruecos
En los lagos abundan las truchas a la espera de pescadores
aficionados y para los más deportistas les espera el desafiante Medio y Alto
Atlas a pie, en bicicleta de montaña o parapente. Para practicar escalada,
barranquismo o espeleología desde sus cumbres, que llegan a alcanzar los 4 000
metros. Ifrane, la pequeña Suiza marroquí, sorprende por su frescor en verano y
su nieve en invierno, además de sus típicas excursiones en «mulo-esquí».
Nada más indescriptible que una estancia a las puertas del
desierto: rumbo a Ouarzazate para descubrir su inmensidad y sus colores. De
noche, nada mejor que dormir en una jaima en el desierto, en un albergue en la
montaña o una casa rural y vivirá experiencias únicas e inolvidables.
Representan la esencia de la identidad marroquí, como las palmeras, el aceite
de argán o la miel de sus lavandas.
Frente al Atlántico, quedará fascinado con la bahía turquesa
de Dakhla, donde podrá admirar aves migratorias y flamencos rosas.
En Marruecos, ¡naturaleza para todos los gustos