¡Oh gloriosa virgen Catalina!, a medida que os consideramos
reconocemos en vos a la Mujer Fuerte de los Libros Santos, el prodigio de
vuestro siglo, la antorcha luminosa de la Iglesia, la criatura dotada de
incomparables dones y que supo reunir las dulces y modestas virtudes de las
vírgenes prudentes a la intrepidez y al valor de los héroes.
Volved, os
rogamos, desde el cielo, vuestros ojos sobre la barca de Pedro, agitada por la
tempestad, y sobre su augusto jefe, que ora, vela, gime, exhorta, combate y
espera. Mostrad hasta donde llega vuestro poder cerca de Dios, obteniéndonos a
todos el celo para adelantar en las virtudes evangélicas, especialmente en la
humildad, la prudencia, la paciencia, la bondad y la diligencia en la práctica
de los deberes de nuestro estado.
Mantened la concordia de nuestra gran familia y convertid a
la Fe a los incrédulos del mundo entero; obtened para nuestra patria la paz
verdadera, es decir cristiana, para nuestra Santa Madre la Iglesia el triunfo
completo sobre el mal, por la Verdad, el sacrificio y la caridad.
Amén.