Oración a María por los miembros de la Asociación de la Medalla Milagrosa



María, Madre de Nuestro Señor, con humildad pedimos que derrames tus bendiciones sobre todos los miembros de la Asociación de la Medalla Milagrosa. Bendice su generosidad que da vida a la devoción a ti y ayuda a promover la fe en tu Hijo, Jesús. 

Santísima María, así como lo hiciste con santa Catalina Labouré, derrama abundantes gracias sobre cada uno de los miembros de la Asociación, sobre sus familias y sus seres queridos. Que tu Medalla Milagrosa sea un símbolo de paz, justicia y prosperidad en la vida de cada uno de tus devotos. 

Madre María, protégenos y ayuda a todos los que confiamos en ti, a ser fieles custodios de la vida que Dios nos ha dado. Te lo pedimos por tu Hijo, Jesús, con la confianza de que lo que pidamos por tu intercesión nos será concedido. Amén.

Oración a la Virgen Inmaculada



Virgen Santísima, que habiendo agradado al Señor fuiste elegida para ser su Madre, Inmaculada en cuerpo y alma, dirige piadosa una mirada sobre estos hijos que te imploran tu protección. 

La serpiente infernal, contra la cual fue lanzada la primera maldición, continúa atacando ferozmente y tendiendo lazos a los desterrados hijos de Eva. 

Oh Madre amable, Reina y abogada nuestra, que desde el primer instante de tu Concepción aplastaste la cabeza del enemigo, acepta las oraciones que, unidas con las tuyas en un solo corazón, te suplicamos presentes ante el trono de Dios, a fin de que jamás caigamos y podamos llegar todos al puerto de salvación; que la Iglesia y la sociedad cristianas canten una vez más el himno de la victoria, de la libertad y la paz. Amén.

Oración a Nuestra Señora del Pueblo



¡Oh Virgen Inmaculada, Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia! Tú, que desde este lugar manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo; escucha la oración que con filial confianza te dirigimos y preséntanos ante tu Hijo, Jesús, único Redentor nuestro. 

Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso, a ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos en este día todo nuestro ser y nuestro amor. Te consagramos también nuestra vida, nuestro trabajo, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores. 

Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos; ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado, Señora y madre nuestra. Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia, con nuestro corazón libre de mal y de odios, podremos llevar a todos la verdadera alegría y la verdadera paz, que viene de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que con Dios Padre y con el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
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